SAN JOSÉ, Costa Rica, 29 de agosto de 2018 – Los afrodescendientes en América Latina han logrado importantes avances en términos de reducción de la pobreza y en el reconocimiento de su agenda, pero aún queda mucho por hacer para eliminar las barreras estructurales que impiden su inclusión social y económica plena, de acuerdo con un nuevo informe del Banco Mundial.
Uno de cada cuatro latinoamericanos se identifica como afrodescendientes, lo cual equivale a unos 133 millones de personas. Una amplia mayoría vive en Brasil y el resto está distribuido de manera heterogénea en los demás países. Asimismo, constituyen una parte desproporcionadamente alta de los pobres, según el informe Afrodescendientes en América Latina: Hacia un marco de inclusión, presentado en San José el miércoles.
“Este informe es un paso importante hacia una mejor comprensión de la situación en la que viven los afrodescendientes, ayudar a impulsar su inclusión social y mejorar su situación económica en América Latina”, dijo la Vicepresidenta y Canciller de Costa Rica, Epsy Campbell.
Los afrodescendientes tienen 2,5 más probabilidades de vivir en pobreza crónica que los blancos o mestizos. Tomando a Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay en conjunto, los afrodescendientes representan el 38 por ciento de la población total, pero la mitad de quienes viven en pobreza extrema. Además, tienen menos años de escolarización, experimentan más desempleo y están poco representados en cargos de toma de decisiones, tanto públicos como privados.
“Afrontar las causas de la discriminación estructural es fundamental para combatir la injusticia y crear oportunidades para todos”, dijo Jorge Familiar, Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “Eliminar las condiciones que limitan la inclusión plena de los afrodescendientes promoverá una sociedad latinoamericana más justa, próspera e igualitaria”.
A pesar de los desafíos, en los últimos años se han hecho grandes avances. La década pasada fue testigo de una mejora notable en las condiciones de vida de muchos afrodescendientes, que se beneficiaron de una amplia reducción en la tasa de pobreza regional. Por ejemplo, más del 50 por ciento de los hogares afrodescendientes salieron de la pobreza en Brasil y Uruguay, y más del 20 por ciento en Ecuador y Perú. Los afrodescendientes también experimentaron un mayor acceso a la educación en Latinoamérica, aunque la brecha con la población blanca y mestiza aún persiste.
La aparición de una clase política afrodescendiente y el crecimiento de sus organizaciones empujaron a varios países a incorporar cambios constitucionales respecto a la discriminación, derechos de propiedad y el reconocimiento étnico-racial de su población. Otros países aprobaron instrumentos legales para salvaguardar los derechos de los afrodescendientes, tales como acciones afirmativas, campañas de concientización y leyes antidiscriminación, al igual que su inclusión en el censo.
Pero de acuerdo con el informe, aún queda mucho por hacer para solucionar el complejo problema de la exclusión, que está en el centro de los esfuerzos del Banco Mundial por tener un terreno más parejo. La meta es mejorar las oportunidades y el acceso a mercados y servicios para los grupos excluidos, respetando su visión y aspiraciones. Teniendo en cuenta que los afrodescendientes son una población heterogénea, las políticas deben diseñarse teniendo en cuenta las condiciones específicas de cada país, subregión y, muchas veces, de cada situación.
Para ello se requieren más y mejores datos, más allá de los censos, que fueron un primer paso importante. Las políticas deben tener objetivos claros y medibles, en áreas clave como educación, oportunidades de empleo y salarios equitativos. Además, hay que afrontar y eliminar los estereotipos raciales, y las organizaciones de afrodescendientes deben empoderarse para aumentar su voz, participación y poder de negociación, aprovechando los avances logrados en los últimos años por sus líderes.
Según el informe, el creciente reconocimiento de los afrodescendientes representa una largamente esperada ruptura con un pasado que dio comienzo a uno de los capítulos más oscuros de la historia latinoamericana: la esclavitud y su terrible legado de exclusión social.
Uno de cada cuatro latinoamericanos se identifica como afrodescendientes, lo cual equivale a unos 133 millones de personas. Una amplia mayoría vive en Brasil y el resto está distribuido de manera heterogénea en los demás países. Asimismo, constituyen una parte desproporcionadamente alta de los pobres, según el informe Afrodescendientes en América Latina: Hacia un marco de inclusión, presentado en San José el miércoles.
“Este informe es un paso importante hacia una mejor comprensión de la situación en la que viven los afrodescendientes, ayudar a impulsar su inclusión social y mejorar su situación económica en América Latina”, dijo la Vicepresidenta y Canciller de Costa Rica, Epsy Campbell.
Los afrodescendientes tienen 2,5 más probabilidades de vivir en pobreza crónica que los blancos o mestizos. Tomando a Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay en conjunto, los afrodescendientes representan el 38 por ciento de la población total, pero la mitad de quienes viven en pobreza extrema. Además, tienen menos años de escolarización, experimentan más desempleo y están poco representados en cargos de toma de decisiones, tanto públicos como privados.
“Afrontar las causas de la discriminación estructural es fundamental para combatir la injusticia y crear oportunidades para todos”, dijo Jorge Familiar, Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “Eliminar las condiciones que limitan la inclusión plena de los afrodescendientes promoverá una sociedad latinoamericana más justa, próspera e igualitaria”.
A pesar de los desafíos, en los últimos años se han hecho grandes avances. La década pasada fue testigo de una mejora notable en las condiciones de vida de muchos afrodescendientes, que se beneficiaron de una amplia reducción en la tasa de pobreza regional. Por ejemplo, más del 50 por ciento de los hogares afrodescendientes salieron de la pobreza en Brasil y Uruguay, y más del 20 por ciento en Ecuador y Perú. Los afrodescendientes también experimentaron un mayor acceso a la educación en Latinoamérica, aunque la brecha con la población blanca y mestiza aún persiste.
La aparición de una clase política afrodescendiente y el crecimiento de sus organizaciones empujaron a varios países a incorporar cambios constitucionales respecto a la discriminación, derechos de propiedad y el reconocimiento étnico-racial de su población. Otros países aprobaron instrumentos legales para salvaguardar los derechos de los afrodescendientes, tales como acciones afirmativas, campañas de concientización y leyes antidiscriminación, al igual que su inclusión en el censo.
Pero de acuerdo con el informe, aún queda mucho por hacer para solucionar el complejo problema de la exclusión, que está en el centro de los esfuerzos del Banco Mundial por tener un terreno más parejo. La meta es mejorar las oportunidades y el acceso a mercados y servicios para los grupos excluidos, respetando su visión y aspiraciones. Teniendo en cuenta que los afrodescendientes son una población heterogénea, las políticas deben diseñarse teniendo en cuenta las condiciones específicas de cada país, subregión y, muchas veces, de cada situación.
Para ello se requieren más y mejores datos, más allá de los censos, que fueron un primer paso importante. Las políticas deben tener objetivos claros y medibles, en áreas clave como educación, oportunidades de empleo y salarios equitativos. Además, hay que afrontar y eliminar los estereotipos raciales, y las organizaciones de afrodescendientes deben empoderarse para aumentar su voz, participación y poder de negociación, aprovechando los avances logrados en los últimos años por sus líderes.
Según el informe, el creciente reconocimiento de los afrodescendientes representa una largamente esperada ruptura con un pasado que dio comienzo a uno de los capítulos más oscuros de la historia latinoamericana: la esclavitud y su terrible legado de exclusión social.
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